viernes, 13 de enero de 2012

Mi total apoyo a la familia de Marta del Castillo por quedar desmostrado que en España ,NO hay justicia..........Increible la sentencia de hoy referente a este caso. Para llevarse las manos a la cabeza, donde vamos a llegar si un crimen asi queda impune de esta manera...
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domingo, 13 de noviembre de 2011

ME ENCANTAA!!



ME ENCANTA SOÑAR, ME ENCANTA ESTAR VIVA, ME GUSTA IMAGINAR, INVENTAR HISTORIAS YA QUE SOBRETODO ME GUSTA

ESCRIBIRRRR!!!!
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EL AMOR DUELE



Dicen que el amor no duele……….Como se nota que las personas que tienen esa opinión tan tajante y contúndete, jamás se han enamorado. Conocen la palabra amor por el hecho de unir la A con la M con la O y por último la R. Solo puedo decir que me dan pena, mucha pena las personas, que jamás han sentido mariposas en su estomago revoloteando, que nunca su corazón a latido a mil por horas cuando la persona amada, se acercaba, que nunca han tenido las manos sudorosas cuando hablaban con la persona que le a robado el corazón. Nunca han pasado noches en velas pensando en los ojos tan bonitos de ese amor….
Claro, que si me pongo a pensar, estamos en una sociedad donde no existe ni el romanticismo, ni el amor de verdad, de corazón…. En definitiva, hoy en día nunca nos enamoramos, solo nos gusta alguien para tener sexo, y aliviar nuestro más instinto salvaje.
María Díz.
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viernes, 2 de septiembre de 2011



SIGUE TU CAmino NO intentes cojer un atajo pARA volver alcanzarme, hemos LLEGADO A LA META por separado Y asi vamos a seguir hasta que nuestras ALMAS se liberen DE NOSOTROS.
María Díz( fragmento nueva novela)


ESTE PEQUEÑO FRAGMENTO ESTA INCLUIDO EN EL BORRADOR DE MI PROXIMA NOVELA. ME ESTA COSTANDO BASTANTE SACARLA ADELANTE ,PERO HAY ESTOY INTENTADO QUE LAS MUSAS NO ME ABANDONE DURANTRE MUCHO TIEMPO
OS SEGUIRE INFORMANDO
MARÍA DÍZ

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domingo, 7 de noviembre de 2010

REALIDAD(MI ULTIMO RELATO) LO ESCRIBI CON VEINTE AÑOS

Me llamo Melania, tengo nueve años. Soy hija única. Mi papá es camarero y mi mamá es ama de casa. Vivimos en el barrio de “La Mina” de San Adrian del Besos, Barcelona. Dice la gente que el barrio donde vivimos, es un barrio marginal, que está lleno de “camellos”, que es un barrio peligroso por culpa de los gitanos, que ningún taxi quiere entrar en el barrio por culpa de ellos. Yo no opino igual, porque en nueve años no he tenido ningún problema por culpa de los gitanos. Y mis padres, no han tenido conflictos con ellos en los diez años que llevan viviendo en este barrio. Creo que la gente habla por hablar.
En mi barrio esta mi colegio, un colegio público donde voy a estudiar cada día, y a jugar con mi mejor amiga. Ella se llama Soraya. Soraya es la más lista de la clase. Siempre que la profesora pregunta, es Soraya la que tiene la respuesta. Levanta su largo y canijo bracito moreno y responde perfectamente. Yo la miro con mis pequeños ojos marrones y no entiendo entonces los comentarios que hacen los mayores sobre Soraya.
Según ellos, Soraya de mayor será una drogadicta, que robara cosas que no son suyas para poder comprar las dosis que necesite. Solo tengo nueve años, y no comprendo porque hablan así de mi mejor amiga.
Un día le pregunte a mi papá porque decían de mi amiga, que cuando fuera mayor, se iba a vender en la calle, que todos los de su raza eran iguales. Que son malas personas, que no te puedes fiar de ellos. Mi padre con gesto indiferente sencillamente me dijo.
­—Hija, Soraya es una niña gitana. Ellos si no te la dan a la entrada te la dan a la salida.
—Y eso que importa papá. Hay muchas personas que son gitanos y están en lo más alto. Gitanos con dinero, que no son tratados como Soraya.
—Si cariño, quizás porque no son gitanos malos.
—Entonces papá, ¿los blancos también somos malos?
— ¿Los blancos malos?
—Sí, los blancos también vamos a la cárcel. Los blancos matamos, violamos, pegamos, robamos, mentimos, nos drogamos... Y si esto, se mira por razas, nadie se salva, porque todos cometemos fallos.
Hoy ha venido a buscarme a casa mi amiga Soraya. Soraya viene mucho a mi casa. Dice que le gusta estar en ella. Mi casa no es muy grande pero tiene una terraza inmensa, donde mi amiga y yo pasamos las horas jugando a las muñecas.
— ¡Hola Melania!
— ¡Hola! —nos marchamos andando al colegio.
Llegamos a la puerta de mi colegio, en ella estaba Álvaro con sus amigos. Ellos son los niños más traviesos de mi clase. Al pasar por su lado, Álvaro empuja a Soraya, dejándola caer al suelo, para después insultarla por ser gitana.
— ¡Deja a mi amiga en paz! — me fui hacia Álvaro tirándolo al suelo.
—Eres amiga de una mugrosa gitana. ¡Qué asco!
— ¡Asco me da tú! —le escupí.
En ese momento llego mi profesora. Nos llevo a las dos al despacho del director.
El señor director me da mucho respeto. Su mirada penetrante asusta a cualquier alumno.
Nos sentamos en las sillas frías, que ocupan un gran espacio en aquel acogedor despacho. Miguel, el director, nos miro a los dos fijamente, reflexiono y después nos dejo explicar a cada uno nuestra versión de lo ocurrido en la entrada del colegio.
—Yo estaba con mis amigos en la puerta del “cole”, cuando esa gitana, amiga de Melania me empujo—hablaba mirando el suelo—. Yo solamente me defendí, entonces ella se abalanzo sobre mí y me empujo.
Yo en cambio mire al director a los ojos todo el tiempo, mientras le contaba como había ocurrido todo. El director después de oír a uno y a otro, simplemente nos miro y comenzó a reírse a carcajadas. Jamás pensé que un hombre tan serio y gruñón se podría reír a carcajadas.
—No me puedo creer que una chica tan “delgaducha” como tú, tan poca cosa, tenga tanto carácter —se volvió a reír—. Enfrentarte a un chico tan fuerte y robusto. Quién lo diría—. Sus carcajadas empezaron de nuevo. No pensé que se tomara una pelea de dos “renacuajos” de su colegio, de esa forma.
Cuando creí que ya estaba todo arreglado y que me iba a salvar del castigo, sus carcajadas se convirtieron en gruñidos feroces, y la expresión de su cara cambio a seria y de pocos amigos, invitando a esconderse debajo de la silla.
— ¡Voy a llamar a vuestros padres y les voy a contar vuestras ganas de peleas! Os vais a enterar.
Dicho y hecho. Llamo primero a los padres de Álvaro y después a los míos. La conversación fue eterna. Al menos, a mí me lo pareció desde fuera del despacho.
Llegue a mi casa, me sentaron en el sillón y ellos se sentaron frente a mí. Empezó mi padre a reñirme.
— ¡Con lo pequeña que eres y los problemas que nos das! Cuando te vas a enterar que no hay que pelearse, y menos con niños tan fuerte con ese. Te puede hacer mucho daño cariño. ¡Y encima el motivo es por defender a una gitana!
—Si papá, pero esa gitana es mi mejor amiga.
— ¡Desde hoy te prohíbo que veas a esa niña, y como me entere que la ves no te voy a dejar salir de casa hasta que cumplas los dieciocho!
— ¡Alejandro, no exageres! Solo tiene nueve años. Cariño, si sigues viéndote con Soraya, eso te puede crear más problemas.
—Pero tengo que ir con ella, porque vamos juntas al colegio y a clase. No me podéis decir que no le hable — salí corriendo a mi habitación. Me tumbe en la cama y mis lagrimas me hicieron dormir.
Los rayos del sol que entraba por mi ventana me hicieron despertar, bueno, los movimientos bruscos que me propino mi madre también contribuyeron. Me levanté de la cama y me vestí. Fui a la cocina, donde mi madre estaba preparándome el desayuno para que me lo llevara al colegio. Me senté en la silla, para tomarme el vaso de leche con galleta que me había hecho mi padre antes de marchar al bar a trabajar.
—Mamá.
— ¿Sí hija?
— ¿Porqué papá y tú, no queréis a mi amiga?
— A veces, la sociedad de hoy en día, nos hace juzgar a las personas por su color de piel, religión o pensamientos.
— ¿Eres racista?
— ¡No hija! Pero no me gusta que vayas con Soraya. En su etnia suele haber personas de mala condición.
— Vamos mamá, tú sabes que cuando Soraya viene a casa, es una bellísima persona. Ya te he dicho que es la niña mas lista de la clase. Déjala que siga viniendo a casa para jugar conmigo. Por favor.
—Está bien será nuestro secreto. Tu padre no se puede enterar, ¿vale?
—Gracias mamá — la abrace tan fuerte como pude porque se lo merecía y me daba la oportunidad de demostrarle que yo tenía a la mejor amiga del mundo. Pese a que todo el mundo no la quería ni ver. Mamá me había demostrado una vez más que tiene un corazón comprensivo y angelical, igual que papá, pero papá se tiene que hacer el duro porque según él “en esta casa llevo yo los pantalones y soy el cabeza de familia”. Para llevarse bien con papá solo hay que saber darle la razón, aunque sepa que no la tiene.
Como cada día, Soraya vino a esperarme a la puerta de mi casa y marchamos juntas al colegio. Pasamos por el lado de Álvaro, esté giro la cara hacia el otro lado a ver nuestras miradas de odio y rabia hacia él. Entramos a clase y nos sentamos en nuestro respectivo pupitre. Llego la profesora de matemáticas. Empezó la clase enseñándonos los números primos.
A las diez es la hora del patio. Estuvimos toda la hora del recreo solas, porque nadie quiso jugar con nosotras.
Al salir de clase Soraya y yo nos dirigimos hacia casa, cuando en la puerta del colegio nos encontramos a la madre de mi amiga. Es muy guapa, su cabello es negro azabache, le roza la cintura recogido en una coleta de caballo. Tiene unos ojos negros muy grandes. Vestida con una blusa y una falda negra que le llega a los tobillos. Es joven, solo tiene veinticinco años y es madre de cinco niños. Soraya es la mayor de todos, la tuvo con dieciséis años. Se caso a los quince con el pretendiente que le habían asignado en su familia.
—Hola má –le dio un beso y le cogió la mano.
—Hola “churumbel” —le dio la mano, y me miro a mí —. Gracias “paya” por defender a mi Sorayita. Me ha contado lo que ha pasado y te doy las gracias. Que dios te salve de toda desgracia “paya”.
—Má, ¿puede venir a jugar a casa mi amiga?
—¡¡No!! Te lo tengo dicho. Tú papa no quiere a los “payo”. Nos mata si ve a Melania en casa. Anda vámonos ya, antes que llegue el papa a casa.
— ¡Melania, esta tarde te digo algo! —gritaba Soraya.
Llegue a casa al mediodía. Mamá estaba “poniendo la mesa” para comer. Deje mi cartera en el recibidor y le ayude. Estuvimos esperando a mi padre a que cerrara el bar, a que llegara a casa para comer los tres juntos.
Papá venia enfadado. Tres gitanos que habían ido a tomar un aperitivo, le habían “tomado el pelo”. Papá le había servido sin ningún problema todas las copas que habían pedido en la hora que estuvieron en el bar, pero a la hora de pagar, se hicieron los locos. Uno, se marcho hacia la calle hablando con el móvil, otro dijo que iba al baño pero se marchó a la calle, y el tercero le dijo claramente que no le iba a pagar. ¡Pobre papá! Siempre le engañan porque detrás de esa apariencia de hombre mal humorado y fanfarrón con cara de pocos amigos, se esconde una persona sensible y demasiado bueno y confiado. Así que después de saber otra vez, la opinión que le merecía aquel día los gitanos, no se me ocurrió preguntarle si podía venir Soraya jugar a casa.
Me despedí de mis padres con un beso en la mejilla a cada uno. Me dirigí al colegio. Soraya me esperaba en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Me dijo eufórica que su madre dejaba que fuera a su casa un día de esto, porque ni su abuelo ni su padre llegaban a casa hasta las siete. Que a su padre no le gustábamos y que no quería “payos” en su casa. Así que yo podría ir siempre que quisiera, eso sí, sin que se enterara el padre de mi amiga. Me alegró mucho el hecho de poder ir a casa de mi amiga a jugar, aunque fuera a escondida.
Cuando volvíamos del colegio, me acorde que no le había dicho a mamá que Soraya venia a casa, a jugar conmigo. Abrí despacio la puerta, deje las llaves encima de la mesa del recibidor. Espere a que mi madre viniera a recibirme. Para mi sorpresa, mamá no estaba. Me había dejado una nota en la nevera, pegada con un imán en forma de natillas.
“Cariño he tenido que salir un momento. La merienda esta encima de la encimera. Hay zumo en la nevera. No tardare. Un beso.”
Cogí mi merienda y me fui al balcón donde mi amiga preparaba la casa de las muñecas para poder jugar con ellas. Cuando llego mi madre, Soraya ya se había ido a su casa, y yo jugaba en el balcón.
Mamá estaba haciendo de cenar, cuando llego papá quejándose del trabajo. Ayude a mi madre a poner la mesa, a la hora de cenar. Al terminar de cenar, me fui a duchar y después me acosté porque al día siguiente tenía que ir al colegio.
El día se despertaba triste y oscuro, lloviendo sin parar, así que mama me vistió con un chubasquero amarillo del pato Donald. Baje corriendo las escaleras para llegar al portal donde Soraya me esperaba, y así enseñarle mi chubasquero. Mi sonrisa cambio a ver a mi amiga completamente empapada por la lluvia, vistiendo tan solo una camiseta de manga corta y unas mallas demasiado cortas para ponérsela en invierno.
— ¿Y tú paraguas?
—No tengo paraguas. Mi madre no tiene dinero para eso.
—Pero así vestida vas a pillar una pulmonía con este tiempo.
—No te preocupes por mí, ya estoy acostumbrada a mojarme en días lluviosos como hoy.
— ¿No tienes un chubasquero?
—Tampoco tengo, porque se lo dio mi mamá a mi papá para ir a los mercadillos en días de lluvias.
—Espera un momento — subí corriendo a mi casa. Entre en mi habitación, cogi un pantalón, un suéter y un paragua. Baje corriendo al rellano e hice que mi amiga se quitara su ropa y se pusiera la mía.
Aquella mañana nuestra maestra no nos dejo salir al patio porque se había inundado, así que nos tuvimos que conformarnos y jugar dentro de la clase, solas, como siempre.
A la mañana siguiente amaneció con un sol envidiable y un cielo azul intenso que disimularon el día gris y nuboso que hizo el día anterior. Hoy es sábado, así que los padres de Soraya estarán en el mercadillo vendiendo. Venden ropa de mujer y de hombres. Soraya cada sábado ayuda a su familia en el mercadillo.
Me vestí y me marche con mi madre a comprar a la plaza, y de paso nos dimos una vuelta por los diferentes puestos que hay en la calle donde puedes encontrar de todo. Pasemos por el puesto de Soraya, pero no la pude saludar porque había mucha gente, además su padre le estaba riñendo zarandeándola. El padre de mi amiga se llama Juan, tan solo tiene veinticinco años. Soraya me ha dicho que Juan apenas está en casa. Mi madre dice que es porque día sí, y día también está en la cárcel por robos con arma blanca y por traficar con drogas. Según mi padre todo el barrio sabe lo que hace Juan cuando no está en su casa. Creo que lo sabe todo el barrio menos su hija Soraya.
Llegamos a casa. Mamá comenzó a preparar la comida, mientras yo jugaba con mis muñecas en mi habitación. Tocaron al timbre, fui abrir la puerta. Soraya estaba frente a mí, llenas de morados y llorando desconsolada. No sabía si dejarla pasar o hablar con ella en el rellano. Me arriesgue y la entré en el salón para que me contara lo que le había pasado.
Mamá salió al salón a ver qué pasaba. Se quedo blanca a ver a Soraya con tantos golpes en su menudo cuerpo. Marchó a la cocina a traerle algo de comer y de beber. Intentó tranquilizarla e intentar que no llorara más. Cuando se tranquilizó nos conto lo que le había pasado. Su padre le había dado una paliza, por haberle cogido el dinero a una clienta en el mercadillo. Juan pensó que su hija se iba a quedar con ese dinero para comprar “chucherías”. Como se suele decir “Todos los ladrones se creen que todos son de su condición”.
Soraya comió con nosotros, después mi padre decidió ir a hablar con su familia. Mamá le dijo que sería mejor que no fuera, pero mi padre es un hombre que no puede con las injusticias, y menos que peguen a una menor. Papá es muy cabezón. Me sorprendí, nunca imagine que mi padre fuera a defender de su padre a Soraya. Mi padre piensa que cada uno es responsable de sus hijos, y nadie tiene que ponerse en contra de la opinión de un padre. Solo tengo nueve años y todavía no entiendo porque los mayores pueden oponerse en contra de algo o alguien, y después cambiar rápidamente de opinión del mismo tema. Me quedan muchas cosas que aprender de los mayores e intentar entenderlos.
Llegamos al edificio donde vive la familia de mi amiga. Todos los edificios de este barrio son muy parecidos. Edificios altos, fachadas viejas. Se nota que llevan años sin pintarlas. En cada tres ventanas hay ropa tendida, te la puedes encontrar colgadas unas cuerdas endebles, que cruzan de una punta a otra, el marco de la ventana o el balcón. Algunos tendederos están tan bajos colocados, que la ropa de unos vecinos, la cogen otros.
Entramos en el edificio. La fachada se caía a pedazos. El portal estaba totalmente pintado con “grafitis”. Soraya nos guio escalera arriba. Nos paramos en la primera planta, donde las dos únicas puertas que había estaban abiertas de par en par. De una se oía el llanto de un bebé sin parar, de la otra, unos gritos tremendos que se mezclaba con un olor horroroso de comida bastante fuerte. Entramos en el piso del llanto del bebé. Soraya salió corriendo había una habitación, dejándonos en el comedor solos. De repente aparecieron dos jóvenes, nos miraron, el chico se lanzo sobre mi padre sin dejar que le explicáramos nuestra presencia en su hogar. La chica que le acompañaba era la madre de mi amiga, supuse entonces, que el chico que estaba pegando a mi padre era el padre de Soraya.
Por primera vez vi a mi padre indefenso, sin pensarlo me subí en la espalda de Juan. Mientras Lola se marchó a la habitación donde se encontraban sus hijos. Juan me empujo contra la pared. En ese momento aprovecho mi padre para pegarle. Llamado por el ruido apareció toda la familia de Juan, comenzaron a golpear a mi padre. Solo lo dejaron cuando apareció la policía. Mi madre los había llamado en el instante que mi padre y yo nos marchamos de casa a buscar al padre de Soraya.
A la mañana siguiente casi no podía creer lo que había pasado la tarde anterior. Mi cabeza estaba dolorida, mi cuerpo estaba a punto de estallar. Me sentía como si la paliza me la hubieran dado a mí y no a papá. El médico solo le había dicho a mi madre que yo debería estar totalmente descansada. Eso significaba que tenía que estar una semana en casa. Mamá vino a mi cuarto cuando me oyó quejarme. Había pasado toda la noche junto a papá en el hospital. Mamá se abrazo a mi fuertemente, sentí sus lagrimas en mi hombro. En aquel momento se cayó mi mundo delante de mis pies pequeños. Las palabras de mamá me reconfortaron y más a saber que papá estaba fuera de peligro.
Desde el día del accidente, no he sabido nada de Soraya. Tampoco he visto a sus padres en el mercado del sábado. Sé que algo ha pasado, puede que mis padres sepan lo que es, pero no me lo quieren decir. Hoy le han dado por fin el alta a mi padre, después de estar dos semanas convaleciente en una cama de hospital.
Al día siguiente de su llegada del hospital, le pregunte a papá sobre la opinión que tenia sobre los gitanos, me sentó a su lado y me abrazo diciendo que aunque sabía que todos no eran iguales, de momento no quería ni oír, ver, ni hablar con uno de ellos, y menos saber que yo me relacionaba con ellos. En aquel momento me sentí culpable de lo que le había pasado. Salí de la habitación con lágrimas en los ojos. Sentía que había perdido una amiga por culpa de su familia. Papá ya me lo había advertido, pero yo no quise darme cuenta. Puede que la vida me quisiera enseñar demasiado pronto la realidad de esta sociedad.
Un día mamá me mando a la panadería de al lado de mi casa. Yo proteste porque no me gusta ir allí, siempre hay señoras criticando a las vecinas o a alguien del barrio. Enfadada bajé. Entre en la tienda, me acerque al mostrador, y pedí una barra. La panadera, una mujer de mediana edad, cogió el pan sin mirarme. Estaba atenta a la conversación de dos vecinas. Una le contaba a la otra, la historia de una mujer que había apuñalado a su marido, después tuvo que huir con sus hijos bien lejos del barrio, porque la familia de él había prometido matarla si la encontraban en el barrio. Eran gitanos, y la familia para ellos es sagrada.
No preste más atención a la panadera, ni a las dos señoras, hasta que la panadera me pregunto por mi padre, yo le conteste que estaba mejor, fue entonces cuando una de las señoras se dirigió a la dependienta y le dijo que la gitana había matado a su marido por venganza y rabia, que ya no aguantaba más que le pegara su marido sin razón alguna.
Al llegar a casa le explique a mi madre lo ocurrido en la panadería. Mamá me miro y se sentó en el sillón. Le pregunté por mi amiga Soraya, no me contesto, se limito a mirarme. Pasado unos minutos de silencio, me explico lo que había ocurrido después de que el padre de Soraya pegara a mi padre.
Papá ingreso con dos costillas rotas, consecuencia de la paliza que le propino Juan. A la mañana siguiente, Juan salió de la cárcel en libertad condicional, como hacia siempre, esta vez la explicación fue la falta de testigos y pruebas. ¿Falta de testigos? ¿Donde quedamos entonces yo, Lola, Soraya, y los muchos vecinos que se acercaron al piso de mi amiga al oír los gritos? ¿Falta de pruebas? Que más prueba quiere el juez que una niña maltratada, una esposa maltratada. La corrupción policial se noto en el caso de Juan. Luego se quejan de que la gente se toma la justicia por su mano…. A veces hay que comprenderlo. Además Juan se tomo la libertad de calumniar a mi padre diciendo que todo era un montaje porque éramos una familia racista.
Al llegar a casa después de haber pasado la noche en la cárcel, Juan amenazo a Lola y a sus hijos. Cogió un arma, y se dispuso a ir a buscar a varios hermanos para ir al hospital a por mi padre. Lola no lo dejo, y menos cuando Juan le levanto la mano a Soraya para volverle a pegar. Fue entonces cuando Lola marchó a la cocina, cogió un cuchillo y se fue hacia su marido, le dio varias puñaladas por la espalda en un momento de rabia.
Salió corriendo sin equipaje, excepto sus hijos. Salieron a la calle y siguieron corriendo. La última persona que los vio, fue el conductor del autobús del barrio. Mendigaba Lola con sus hijos en Plaza España.
He recibido una carta de Soraya desde un albergue de Málaga. Vive con su madre y hermanos. Dice estar en un albergue de mujeres maltratadas por sus parejas, principalmente. Me cuenta que también hay personas maltratadas por la sociedad o por sus familiares. Me dice que tiene mucha ganas de verme y me que me echa de menos. Han pasado dos meses desde que Soraya desapareció con su madre, y esta es la primera carta que recibió, aunque me dice que ahora me escribirá cada semana. Yo no puedo escribirle, ya que sus cartas no tienen remitente. Me explica también los motivos por lo que se han tenido que ir a Málaga de incognito.
Su padre siempre había maltratado a su familia, y el día de la apuñalada, Lola había llegado ya a su límite, y lo apuñalo. Ahora es la familia del padre de Soraya quien quiere apuñalar a Lola y acabar con ella. Así vengar a Juan. Por eso se han tenido que ir lejos. Tienen que empezar otra vida.
Me pide perdón y que les dé las gracias de todo corazón a mis padres por ayudarla. A saber mi madre que estaba mendigando en la calle, hablo con mi padre y le dieron el dinero a Lola para que se marchara con sus hijos al albergue de Málaga. Mis padres le buscaron el albergue.
Creo que después de vivir todo esto, no me pueden llamar racista ni a mí, ni a mis padres. Si alguien lo llegara a decir, yo gritaría hasta desahogarme
— ¡No! No somos racistas.
Es imposible que exista racismo o xenofobias en niños y bebes. Solo existe, si su alrededor lo fomenta. Mis padres, cuando vieron la situación de Soraya, vieron la niña maltratada por su padre, no la gitana. No vieron una etnia diferente, vieron una niña indefensa delante del ogro de su padre, y arriesgando su vida, papá se enfrento con Juan por salvar a una chiquilla del desastre de vivir a disgusto con su progenitor.
Es indiferente la raza, el sexo, la religión, el estatuto de la persona en la sociedad, las creencias. Cuando se trata de malos tratos en general, siempre hay que hacer lo posible para ayudar, hacer algo para que esos malos tratos no sigan. Hay que acudir siempre a la llamada de tantos niños, mujeres, hombres, maltratados tanto psicológicamente como físicamente.
Tengo nueve años, solo espero que cuando tenga nueve más, Soraya no tenga que estar todavía escondiéndose de su propia familia, ni ella, ni su madre, ni sus hermanos.



















LA SOCIEDAD LIMITA A LAS PERSONAS.
María Díz
(Noviembre 2010)
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lunes, 1 de noviembre de 2010

TRABAJOS A PUNTO DE SALIR A LA LUZ


Estoy trabajando en un relato que escribí hace mas de diez años, se llama REALIDAD, y cuenta la historia de amistad de dos niñas de un barrio marginal de Barcelona. Como os digo tenia veintidós años cuando lo escribí. Espero que os guste y lo leáis, y por supuesto me escribáis algún comentario sobre ello.

Al colgar el relato también conoceréis un guión que he escrito este verano. es muy ameno de leer, espero que también os guste.


SI MÁS OS DESEA LO MEJOR , MARÍA DÍZ.
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sábado, 2 de octubre de 2010

CONTESTACIÓN DE LA EDITORIAL DE SEVILLA


DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!! HOY ESTOY FELIZZZZZZZZZZZZZ, ME HAN CONTESTADO DE LA EDITORIAL DE SEVILLA MUY POSITIVAMENTEEEEEEEEEEEE.
ESTOY FELIZZZZZZZZZZZ
SE QUE TODOS ESTOS AÑOS DEDICADA A ESCRIBIR , VAN A DAR SUS FRUTOS TARDES O TEMPRANO, AHORA O DENTRO DE UNOS AÑOS
LO SÉÉÉ
SOLO SÉ QUE TENGO QUE ESFORZARME SOLO UN POQUITO MÁS PARA LLEGAR DONDE QUIERO. PORQUE RENDIRSE ES DE COBARDE, Y YO NO SOY COBARDE.
YUPIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
JEJE
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